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En nuestra versión, la acción transcurre en una pequeña aldea gallega, a comienzos del S. XIX; El juez del lugar (Botero) está vendándose una pierna cuando llega su escribano (Ruiz) y le avisa de que el Consejero de Justicia Armesto está llegando a la aldea de inspección. El juez Botero, herido en la cabeza, se inquieta e intenta pasar el trance de la inspección lo mejor posible (ya que tiene el registro absolutamente desordenado y hay evidentes muestras de malversación), para lo que reclama la ayuda de su escribano. En esto llega el Consejero de Justicia Armesto, que viene de suspender al juez de la aldea vecina. Pregunta por el registro, y ante el desacuerdo con el juez, decide hacer entrar a los demandantes que están esperando fuera, para ver de qué manera el juez Botero imparte justicia.

Es cuando entran los demandantes, La señora Emilia, reclamando justicia por un cántaro que le han roto la noche anterior; su hija Eva y Raimundo, prometido de ésta que entra para defenderse de las acusaciones de la La Señora Emilia. Los testimonios van cercando al juez Botero (responsable de haber roto el cántaro al acosar a Eva), mientras él, intenta hacer recaer las sospechas sobre cualquier otro menos él. Finalmente, cuando el juicio está en un camino sin salida, se llama a declarar a la criada del Juez, que es un testigo fundamental para desenredar la trama. Margarita, la criada, llega y animada por el escribano Ruiz , aporta unas pruebas que irremediablemente apuntan al juez como único culpable. El juez, acorralado por las pruebas, sale corriendo del juzgado, y el Consejero de Justicia, tras controlar a los demandantes, transfiere el cargo de juez al escribano Ruiz.

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