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Cuando leemos hoy en día una obra como Las sillas, lejos de parecernos una maravillosa muestra del absurdo, donde la incongruencia y la irracionalidad disparatada e irreverente campan a sus anchas,  la sorprendente impresión que nos queda es la de una obra perfectamente real, seria, lúcida y cabal. No acabamos de entender por qué se le llama “del absurdo” cuando refleja casi con precisión fotográfica nuestra más íntima realidad. ¿Tal ha sido el cambio del panorama teatral, tal el de la sociedad? Y es que lo que hace tiempo parecía absurdo, descerebrado, ya no lo parece tanto. ¿Hemos pues, evolucionado o retrocedido?

¿Fue Ionesco un visionario, que previó nuestro presente, o nos acercó a la comprensión y asunción de una realidad hasta entonces inefable? En cualquier caso, su obra tiene aún un profundo interés, umbilicalmente conectado con la vida y la muerte. Y mientras los seres humanos no solucionemos los problemas derivados de nuestra existencia, sus textos seguirán teniendo el mismo interés.

A Ionesco le obsesionaba la relación entre forma y contenido, y halló un perfecto equilibrio en sus obras. Partiendo de su preocupación, que compartimos, podríamos decir que, mientras los conceptos que se refieren a los conflictos del ser humano resisten al paso del tiempo, las formas en que se nos representan se transforman. Siendo así, hemos pretendido ser fieles a los contenidos del texto a la vez que intentábamos encontrar un nuevo equilibrio, una nueva abstracción, entre la obra y nuestro tiempo. De ahí que hayamos planteado el trabajo bajo un prisma más realista (o real) de lo que se esperaría encontrar al asistir a una representación de Las sillas.

Finalmente, hemos tratado de articular los diferentes elementos escénicos (escenografía, vestuario, iluminación, interpretación, etc.) en torno a los diferentes conflictos que plasmó Ionesco, proponiendo la representación de un delirante ceremonial de muerte.

Esperamos que lo disfruten tanto como nosotros lo hemos hecho.

 

Víctor Velasco

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