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Bocetos y figurines

Año 2011. En lo que parece un encierro televisado, alguien conocido como la Chinche fábula sobre su existencia: cómo en la Unión Soviética de la Nueva Politica Económica, él, Ivan Prisipkin, obrero y miembro del partido, aspira a una vida más confortable, y cómo, para conseguirlo se casa con la hija de un acomodado peluquero; cómo en la boda se produce un incendio en el que Prisipkin, queda congelado por los chorros de agua con los que un grupo de bomberos intenta sofocar el fuego; cómo, ochenta y cinco años después, es descongelado por unos científicos y abre los ojos en un mundo completamente distinto que trastorna con su simple presencia. Y cómo, finalmente, se ampara en la compañía de una chinche común hospedada en el cuello de su camisa y descongelada con él, de la que Prisipkin toma el nombre, como único recuerdo sentimental del pasado.

 

      “La chinche” está estructurada o dividida en nueve cuadros, en cada uno de los cuales cambian los espacio y el tiempo en el que se desarrolla la acción. Cientos de personajes transitan por cada uno de estos cuadros, aparecen y desaparecen, cantan, bailan, recitan y accionan aportando dinamismo a la acción troncal de la fábula, inscrita en el personaje protagonista, “Skripkin- Pierre Prisipkin , ex obrero, ex comunista, y actualmente novio” como aparece en el dramatis personae de la obra.

 

La idea motriz de esta puesta en escena es la de desarrollar un trabajo coral, o mejor dicho, indagar en la naturaleza del trabajo del coro. Por esto, la naturaleza de la propuesta confronta al coro (en sus múltiples posibilidades) representando a la totalidad de la sociedad con Pierre Prisipkin, que representa al individuo. A partir de esta confrontación conceptual, se desarrollan todos los vectores dramáticos de la fábula.

 

En relación al espacio escénico, la estructura de “collage” de la obra está directamente relacionada (aunque no sólo) con el planteamiento espacial: nueve cuadros; o lo que es lo mismo, nueve espacios diferentes, muy diferenciados entre ellos, cada uno con unas caraterísticas propias. La propuesta que hemos realizado a este respecto no es tanto la de ofrecer nueve espacios diferentes, si no la de conformar uno nuevo,  aglutinador de los otros nueve y susceptible de ser transformado desde la acción dramática durante el transcurso de la obra.

 

Observando nuestro mundo, nos encontramos con el creciente poder de los medios de comunicación en el desarrollo de nuestra sociedad. Como ya vaticinara Jean François Lyotard en “La condición postmoderna: Informe sobre el saber  (1979)”, hoy por hoy, la información es poder. Y este es uno de los temas que más recurrentemente aparecen en “La Chinche”. Por todo esto, la propuesta estilística del montaje tiene su punto de partida en los artistas de la segunda mitad del S. XX, (especialmente  los norteamericanos) que tanto escarbaron en la relación entre medios de comunicación, individuo y sociedad. Tras la contemplación y análisis de obras de Jenny Holzer, Bruce Nauman, Bill Viola o Vito Acconci entre otros, surgen algunos interrogantes. ¿Por qué vivimos en una sociedad cada vez más preñada de violencia y sin embargo cada vez más “aséptica”? ¿Cuál es el papel del individuo en esta revolución tecnológica-informativa?

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